Primeros pasos en la música
Fue una tarde de verano cuando la música llamó a mi puerta por primera vez.
Tenía apenas seis años y mientras otros niños jugaban en el parque, yo quedé fascinado al ver a un grupo de músicos callejeros.
Uno de ellos tocaba un instrumento que brillaba con el sol como si estuviese hecho de oro puro. Aquel instrumento era el trombón.
Desde ese día, el canto y el trombón se convirtieron en mis fiel compañeros de vida.
Mi viaje musical comenzó formalmente con lecciones de canto, pero la curiosidad por aquel instrumento de vientos nunca cesó.
A los diez años, tuve mi primer trombón. No fue fácil al inicio; las notas parecían esquivarme y mis intentos por generar melodías resultaban en sonidos desafinados.
Pero, tal como en el canto, entendí que la perseverancia es clave en el aprendizaje musical.
El lenguaje del trombón
El trombón no solo es un instrumento, es un lenguaje en sí mismo. Aprendí que al igual que las palabras, cada nota tiene un significado, una emoción asociada.
Las técnicas para dominar este lenguaje fueron diversas. Desde el correcto posicionamiento de los labios, conocido como la embocadura, hasta la respiración diafragmática.
La integración del canto y el trombón
El canto y el trombón a menudo se ven como dos mundos aparte, pero para mí, la fusión de ambos fue natural e indispensable.
La voz y el trombón tienen la capacidad de expresar sentimientos profundos que, en ocasiones, las palabras no pueden alcanzar.
Recuerdo una vez en un concierto en Buenos Aires donde al final de mi presentación, tomé el trombón. La gente esperaba una última canción, pero en lugar de eso, ofrecí una melodía improvisada.
Los aplausos al final de mi solo trombonístico confirmaron lo que siempre supe: que la música tiene el poder de unirnos sin importar el idioma que hablemos.
El poder transformador de la música
Más que una carrera, la música se ha convertido en una misión. A lo largo de los años, he visto cómo melodías sencillas han tenido el poder de cambiar corazones, de ofrecer esperanza.
En la actualidad, me dedico a compartir este regalo con el mundo. No solo a través de mis canciones, sino también enseñando a jóvenes apasionados sobre las alegrías del canto y, por supuesto, del trombón. A menudo les digo que cuando tocas el trombón, no solo produces música, también cultivas tu alma y alimentas la de aquellos que te escuchan.